Editorial: EDIUNC
Prólogo: León Gieco
Este libro es, también, una canción, una letra, varios grabados, un acontecimiento histórico.
Ha sido forjado por Marcela Furlani a partir de la primera canción de León Gieco.
Por eso el libro surge de una feroz represión y del encuentro entre dos artistas, dos sociólogos y centenares de luchadores sociales. Estos actos políticos y creativos confluyeron en un espacio, aunque hayan estado varias décadas separados en el tiempo.
El pueblo de Mendoza salió a la calle, en abril de 1972 (gobierno de facto de Lanusse) a exigir sus derechos y fue ferozmente reprimido.
Tras el impacto por las noticias que llegan de Mendoza, un cantautor todavía no muy conocido, escribe y compone en Buenos Aires su primera canción.
Es León Gieco; y esa canción, Hombres de hierro, se entonará a partir de entonces como un himno de resistencia a cualquier dictadura.
Más de 30 años después, Marcela Furlani, artista mendocina, elabora una serie de grabados inspirados en Hombres de hierro y en aquel Mendozazo. Se los muestra a León. Convoca a dos sociólogos para que analicen el acontecimiento.
El libro se va construyendo, paso a paso. Con vocación artística y también con vocación memoriosa y docente, porque la historia vive en cada canto y en cada imagen que la recuerda.
Hoy Ediunc recoge la iniciativa creativa y vital de Marcela Furlani y edita Hombres de hierro, de León Gieco. Estampas del Mendozazo. Para que nunca más hombres de hierro que no escuchen el grito, para que nunca más puntas agudas que ensucien el cielo. Y porque los pensamientos siempre quedarán.
PROLOGO
por León Gieco
Desde hace muchos años soy un trashumante. Quizás desde la infancia ya lo era.
Construyo mis días andando de un lugar a otro, de un proyecto a otro. Cada una de las cosas que encaro adquiere en algún momento vida propia y entonces sucede algo que no estaba planeado.
Por fortuna, me sigo sorprendiendo.
Yo hago canciones y tengo la posibilidad de poder decir a través de ellas lo que pienso, lo que siento, cómo veo lo que pasa en la vida del lugar donde vivo.
Primero fue el campo el que me marcó. Más tarde fui armando un imaginario entre el trabajo, la familia y la propia música.
Después, como dijo Spinetta alguna vez, parece que me convertí en el noticiero del rock.
Con la convicción de que sin memoria no hay construcción de identidad, me pareció una buena idea este proyecto generado por una artista plástica mendocina que aprecio como Marcela Furlani.
Ella propuso el encuentro de una de mis canciones más importantes, Hombres de hierro, inspirada en el Mendozazo, con algunas de sus imágenes, y una aproximación sociológica a los hechos históricos.
Como artista popular, creo valiosa esta unión, ya que permite que jóvenes y adultos se acerquen a un pedazo de la historia reciente de la Argentina y especialmente de Mendoza.
Me sumo a este proyecto desde una mirada constructora.
Porque creo en él y creo que las artes también son producto de la sensibilidad y del conocimiento y que, como tales, no deben estar fuera de las matrículas de estudio.
Porque si, como en este caso, es posible que por medio de un libro interdisciplinario podamos acercar elementos de la historia de una manera diferente a nuestros jóvenes, quizás a través de las distintas miradas y respuestas será posible que amemos de otro modo el lugar donde vivimos, que podamos ser críticos, que nos reconozcamos mejor para poder ser actores de la realidad que nos involucra.
La escuela y los lugares donde se enseña, como las bibliotecas populares o las universidades, son los espacios de la sociedad indispensables para construir la memoria.
En nuestro país, la educación pública es un derecho adquirido. El Estado tiene el deber de proporcionar los medios. Nosotros, como pueblo, tenemos la posibilidad de acompañar y también de exigir que la calidad educativa crezca, así como las condiciones laborales de los educadores formales y no formales.
Por eso también considero que es muy valiosa la producción de las herramientas para que se dé esa transformación. Este proyecto tiene esa intención y se suma a ese objetivo.
La educación participativa es un terreno fértil donde pueden darse la mano los artistas, los técnicos de distintas disciplinas, la gente. Todos ellos apoyados también por las instituciones específicas que deben asumir la responsabilidad de formar a las nuevas generaciones.
Encuentro que mi experiencia durante la infancia con la escuela ha sido fundamental, sobre todo por el cariño con que recibí las enseñanzas y la atención de mi maestra y por la manera en que pudieron acompañarme desde mi casa.
Lo que se aprende de chico lo llevamos para toda la vida. Yo trabajé de niño y asumí responsabilidades. Hoy sigo andando y funciono en esa clave y estoy convencido de que si bien se llega al conocimiento desde muchos y distintos caminos, los alumnos y maestros podemos ser cada uno.
Estas son las semillas que cultivan nuestra memoria individual y colectiva.
No se trata de recordar por el solo hecho de hacerlo.
Por el contrario, buscamos guías que nos orienten en nuestra práctica y nos permitan construir un país para todos.
Prólogo: León Gieco
Ha sido forjado por Marcela Furlani a partir de la primera canción de León Gieco.
Por eso el libro surge de una feroz represión y del encuentro entre dos artistas, dos sociólogos y centenares de luchadores sociales. Estos actos políticos y creativos confluyeron en un espacio, aunque hayan estado varias décadas separados en el tiempo.
El pueblo de Mendoza salió a la calle, en abril de 1972 (gobierno de facto de Lanusse) a exigir sus derechos y fue ferozmente reprimido.
Tras el impacto por las noticias que llegan de Mendoza, un cantautor todavía no muy conocido, escribe y compone en Buenos Aires su primera canción.
Es León Gieco; y esa canción, Hombres de hierro, se entonará a partir de entonces como un himno de resistencia a cualquier dictadura.
Más de 30 años después, Marcela Furlani, artista mendocina, elabora una serie de grabados inspirados en Hombres de hierro y en aquel Mendozazo. Se los muestra a León. Convoca a dos sociólogos para que analicen el acontecimiento.
El libro se va construyendo, paso a paso. Con vocación artística y también con vocación memoriosa y docente, porque la historia vive en cada canto y en cada imagen que la recuerda.
Hoy Ediunc recoge la iniciativa creativa y vital de Marcela Furlani y edita Hombres de hierro, de León Gieco. Estampas del Mendozazo. Para que nunca más hombres de hierro que no escuchen el grito, para que nunca más puntas agudas que ensucien el cielo. Y porque los pensamientos siempre quedarán.
PROLOGO
por León Gieco
Desde hace muchos años soy un trashumante. Quizás desde la infancia ya lo era.
Construyo mis días andando de un lugar a otro, de un proyecto a otro. Cada una de las cosas que encaro adquiere en algún momento vida propia y entonces sucede algo que no estaba planeado.
Por fortuna, me sigo sorprendiendo.
Yo hago canciones y tengo la posibilidad de poder decir a través de ellas lo que pienso, lo que siento, cómo veo lo que pasa en la vida del lugar donde vivo.
Primero fue el campo el que me marcó. Más tarde fui armando un imaginario entre el trabajo, la familia y la propia música.
Después, como dijo Spinetta alguna vez, parece que me convertí en el noticiero del rock.
Con la convicción de que sin memoria no hay construcción de identidad, me pareció una buena idea este proyecto generado por una artista plástica mendocina que aprecio como Marcela Furlani.
Ella propuso el encuentro de una de mis canciones más importantes, Hombres de hierro, inspirada en el Mendozazo, con algunas de sus imágenes, y una aproximación sociológica a los hechos históricos.
Como artista popular, creo valiosa esta unión, ya que permite que jóvenes y adultos se acerquen a un pedazo de la historia reciente de la Argentina y especialmente de Mendoza.
Me sumo a este proyecto desde una mirada constructora.
Porque creo en él y creo que las artes también son producto de la sensibilidad y del conocimiento y que, como tales, no deben estar fuera de las matrículas de estudio.
Porque si, como en este caso, es posible que por medio de un libro interdisciplinario podamos acercar elementos de la historia de una manera diferente a nuestros jóvenes, quizás a través de las distintas miradas y respuestas será posible que amemos de otro modo el lugar donde vivimos, que podamos ser críticos, que nos reconozcamos mejor para poder ser actores de la realidad que nos involucra.
La escuela y los lugares donde se enseña, como las bibliotecas populares o las universidades, son los espacios de la sociedad indispensables para construir la memoria.
En nuestro país, la educación pública es un derecho adquirido. El Estado tiene el deber de proporcionar los medios. Nosotros, como pueblo, tenemos la posibilidad de acompañar y también de exigir que la calidad educativa crezca, así como las condiciones laborales de los educadores formales y no formales.
Por eso también considero que es muy valiosa la producción de las herramientas para que se dé esa transformación. Este proyecto tiene esa intención y se suma a ese objetivo.
La educación participativa es un terreno fértil donde pueden darse la mano los artistas, los técnicos de distintas disciplinas, la gente. Todos ellos apoyados también por las instituciones específicas que deben asumir la responsabilidad de formar a las nuevas generaciones.
Encuentro que mi experiencia durante la infancia con la escuela ha sido fundamental, sobre todo por el cariño con que recibí las enseñanzas y la atención de mi maestra y por la manera en que pudieron acompañarme desde mi casa.
Lo que se aprende de chico lo llevamos para toda la vida. Yo trabajé de niño y asumí responsabilidades. Hoy sigo andando y funciono en esa clave y estoy convencido de que si bien se llega al conocimiento desde muchos y distintos caminos, los alumnos y maestros podemos ser cada uno.
Estas son las semillas que cultivan nuestra memoria individual y colectiva.
No se trata de recordar por el solo hecho de hacerlo.
Por el contrario, buscamos guías que nos orienten en nuestra práctica y nos permitan construir un país para todos.